Cuando una persona se ve ahogada por los pagos mensuales de sus deudas, la refinanciación suele parecer una salida fácil. Y lo cierto es que, en algunos casos, puede ser útil. Pero también puede convertirse en una trampa que prolonga el problema y encarece el coste total.
En este artículo analizamos en qué consiste la refinanciación de deudas, qué consecuencias tiene y qué alternativas existen si lo que realmente se necesita es empezar de cero.
¿Qué implica refinanciar una deuda?
Refinanciar una deuda significa modificar sus condiciones originales para hacer más llevadero el pago. Por lo general, esto se traduce en ampliar el plazo de amortización y conseguir una cuota mensual más baja. Puede hacerse con la misma entidad con la que se contrajo el préstamo o mediante la contratación de un nuevo crédito que permita cancelar los anteriores.
A simple vista, la refinanciación parece una buena solución: reduce el importe a pagar cada mes y da un respiro a la economía doméstica. Sin embargo, conviene mirar más allá del corto plazo.
¿Cuál es el problema de la refinanciación de deudas?
El principal inconveniente de refinanciar una deuda es que, al alargar el tiempo de devolución, se incrementan los intereses totales que se pagan. Es decir, aunque la cuota mensual sea más baja, el coste final de la deuda es mayor.
Además, muchas operaciones de refinanciación implican comisiones, gastos de apertura o productos vinculados, como seguros. Todo ello suma un sobrecoste que debe tenerse en cuenta antes de decidirse.
Otro riesgo es que la refinanciación a veces da lugar a una falsa sensación de alivio. La persona deja de sentirse agobiada por las deudas y puede caer en la tentación de volver a endeudarse, entrando en un círculo difícil de romper.
¿Cuándo puede ser una buena opción?
No todas las refinanciaciones son negativas. En ciertos casos, puede ser una medida estratégica que permita ahorrar dinero. Esto ocurre cuando las condiciones del mercado han mejorado respecto al momento en que se contrató el producto financiero original del que se deriva la deuda.
Por ejemplo, alguien que firmó una hipoteca con un tipo de interés elevado podría beneficiarse de la bajada de tipos. En ese caso, sí es posible que, incluso pagando durante más años, el coste total sea inferior al de mantener la deuda original.
Eso sí, es fundamental estudiar con calma las cifras y comparar diferentes opciones, y además es interesante contar con el asesoramiento profesional.
¿Qué hacer si ya no puedes pagar?
La refinanciación puede ayudar a quienes aún tienen cierto margen de maniobra, pero no es la solución adecuada cuando la situación financiera ya es insostenible. En estos casos, seguir acumulando intereses solo retrasa lo inevitable y puede empeorar el problema.
Para las personas que no pueden hacer frente a sus deudas existe una alternativa legal: la Ley de la Segunda Oportunidad. Esta normativa permite cancelar parte o la totalidad de las deudas si se cumplen ciertos requisitos, como haber actuado de buena fe.
Se trata de un procedimiento que requiere la intervención de un abogado, y puede ser la única vía realista para quienes necesitan empezar de nuevo sin cargas económicas.
Además, la Ley de la Segunda Oportunidad permite otras ventajas además de la cancelación de deudas, entre las más importantes, que evita los embargos e impide que los datos del deudor puedan figurar en ficheros de morosos.
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